NOTICIAS | MOMENTOS DE REFLEXIÓN | PARTIDOS: implicados o divididos

Sergio Campos reflexiona de la importancia de aprender de los errores en política

SERGIO CAMPOS

MOMENTOS DE REFLEXIÓN

Decía mi abuelo: “no hay libro malo que no contenga algo bueno” (atribuido a Plinio el Viejo). Una interpretación que me gusta especialmente es como síntesis de la importancia de aprender de los errores.

 

Los japoneses, unos maestros y pioneros en la filosofía de la gestión, los sistemas de producción y el aprendizaje, lo identifican con dos términos “hansei” y “kaizen”.

 

Así se puede ver en el principio catorce de la filosofía de los Sistemas de Producción de Toyota (TPS), descrita en el libro de Jeffrey Liker “The Toyota Way” (2004): “Convertirse en una organización que aprende a través de reflexiones constantes (hansei) y mejora continua (kaizen).”

 

Para avanzar a través de la mejora continua (kaizen), es preciso reflexionar y aprender de los errores cometidos (hansei), y por tanto, ver estos como una oportunidad y no como un fracaso.

 

El fracaso se produce cuando no se es capaz de aprender de los errores cometidos volviendo a incurrir en ellos. Bien porque no se reflexiona para mejorar y evitar volver a caer en ellos o porque ni tan siquiera se ha reparado en haberlos cometido.

 

En el funcionamiento y vida interna de los partidos se cometen no pocos errores que determinan su eficacia e imagen exterior, mostrando una especial tendencia a cronificarse.

 

En la doble acepción del término “partidos” parece que estos se hubiesen decantado por la referente a la “división” más que a la de “implicación”.

 

Por todo ello, hay que pensar en positivo y verlo como una gran oportunidad de aprendizaje y superación.

 

Esto es lo que se persigue en este artículo, exponiendo lo que considero algunos de estos errores e invitando a su reflexión y mejora contínua.

 

En su defecto, siempre se puede acudir al aforismo que citaba mi abuelo “no hay libro malo que no contenga algo bueno”, aunque sólo sea para no caer en los mismos errores en los que se pueda haber incurrido aquí.

 



Nos hemos vuelto una sociedad tribal que habita en las trincheras

Perversión de Intereses

 

Los intereses de la ciudadanía a la que se representa, deberían ser prioritarios y los que tendrían que prevalecer.

 

No parece ser así. La ciudadanía se muestra hastiada de contemplar, cómo los intereses internos; individuales, de grupos o de “familias”, ocupan el protagonismo de la agenda en los partidos, alimentando la desafección.

 

Los partidos se terminan transformando en “lobbies” y plataformas de reconocimiento y ascenso al servicio de vanidades y ambiciones personales, donde la defensa de aquello por lo que el ciudadano ha otorgado su confianza, pasa a ser una justificación estética de la que servirse.

 

Distorsiones del liderazgo

 

El buen liderazgo es conveniente, pero se torna pernicioso cuando se distorsiona. Es lo que ocurre cuando surgen distorsiones como el cesarismo o el endiosamiento.

 

El cesarismo, supedita la organización al interés del líder. Las tentaciones de silenciar las voces percibidas como una amenaza, empobrecen y debilitan los partidos.

 

El endiosamiento, habitualmente de la mano del cesarismo, sitúa al líder “iluminado” por encima de todos, adoptando discurso y posiciones propias y despreciando las del colectivo y organización que representa y lidera. Se representa a sí mismo y con el tiempo, termina arrastrando a la organización en su caída.

 

Es ilustrativo el caso de Ciudadanos y Albert Rivera o el de UPyD y Rosa Díez.

 

Debate o discusión. Apropiación y polarización

 

La polarización y la apropiación de ideas, símbolos y conceptos es ya “trending topic” en el “debate” social.

 

La polarización social es un “virus” cuya capacidad de contagio y virulencia ha provocado que el debate sea sustituido por la discusión, por la pugna por la posesión de la razón. El objetivo no es convencer sino hacer prevalecer. El ídolo retórico de nuestro tiempo es el “zasca”.

 

El “debate” se aborda con la asunción inconsciente de la razón y la intención oculta de hacerla prevalecer, en un escenario de ataques y defensas entre detractores y defensores.

 

Su virulencia es tal que ya es habitual adoptar la denostación personal como medio para desprestigiar a quién se sitúa en frente, en la idea de que con ello, se consigue la devaluación de lo que defiende.

 

La argumentación ad hominem se ha convertido también en “trending topic”

 

Estás equivocado porque eres de derechas o de izquierdas, porque eres del gobierno o de la oposición, porque eres empresario o sindicalista, autónomo, funcionario, por tener formación acedémica o por no tenerla, por ser migrante, gay, lesbiana o trans, por ser mujer o por ser hombre. Da igual.

 

Lo que importa no es lo que pienses o digas, lo que importa es quién o qué eres, qué “etiqueta” se te puede asignar, para saber a qué “tribu” perteneces, y situarte a un lado u otro de la línea.

 

Nos hemos vuelto una sociedad tribal que habita en las trincheras

 

En los partidos esta dinámica se reproduce y amplifica, empobreciendo y contaminando el poco debate existente, intoxicando y envileciendo el ambiente y clima interno y por ende, la imágen que se proyecta a la ciudadanía.

 

No se cuestionan ideas, se cuestionan personas. Cuando se debaten ideas se hace desde una argumentación basada en de quién o de dónde proceden, en un debate polarizado y estéril desde cada atalaya interna. Se politiquea con el fin de posicionarse.

 

Decía Churchill ubicado en una de las bancadas del Parlamento británco: “enfrente están los adversarios, atrás nuestros enemigos”.

 

Otra deformación del debate, es la apropiación de símbolos, conceptos y valores, que se utilizan luego como banderas, convirtiéndolos en causas de las que se es único defensor.

 

La bandera nacional, la libertad, solidaridad, justicia, patriotismo, etc. De ellos se hacen banderas y se construyen trincheras.

 

En esa lógica polarizada, si uno es el defensor único de esas ideas y valores, el otro “forzosamente” está instalado en lo contrario, corrupción, radicalidad, falta de ética, inmoralidad, insolidaridad, etc. 

 

Mantener el debate real interno en los partidos es esencial. Para ello, es imprescindible centrar su foco en las ideas y no en quién las defienda o de dónde proceden, evitando caer en la disputa estéril por la razón.

 

Convertir la flexibilidad en ambigüedad

La flexibilidad es necesaria en un partido con aspiración de gobierno para poder llegar a pactos y consensos. 

 

Es preciso tener claras las posiciones a defender y los límites de tu margen de maniobra en la negociación. De lo contrario, se corre el riesgo de caer en la ambigüedad cuando no en la contradicción y como consecuencia en un deterioro de la credibilidad.

 

Es un problema que sufren especialmente aquellos partidos con posibilidades de gobierno, especialmente cuando lo alcanzan.

 

Conflictos internos de identidad, falta de apoyos suficientes y exceso de dependencia de terceros, son causas habituales.

 

Es preciso encontrar fórmulas para que, manteniendo cierta flexibilidad y capacidad de negociación, se muestre una imagen de claridad y determinación de posiciones, propuestas y acciones.

 

Sólo así, se podrá conservar la credibilidad, uno de los activos más sólidos y más frágiles.

 

Espero que haya podido contribuir a la reflexión y obtención de alguna conclusión o mejora, practicando, con ello, el “hansei” y el “kaizen” japonés.

 


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