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¿Y si Sánchez hubiera dimitido?
Lejos de la parafernalia política, la caída de este Gobierno hubiera supuesto la finalización de las políticas progresistas
MADRID |

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, estuvo durante cinco días reflexionando sobre si continuaba al frente del gobierno progresista de España o decidía tirar la toalla y dimitir "de tal alto honor", como dijo en su peculiar carta. Fueron días de zozobra entre el enorme equipo de personas que compone el Gobierno de la nación. Al fin y al cabo esta decisión personalísima afectaba directamente a sus carreras y a sus propios trabajos.

A los que esperan impacientes para "librarse" de este Ejecutivo y poder ocupar su puesto, es decir para Feijóo y Abascal, fueron días insólitos en los que no sabían si tenían que dar el último empujón al inquilino de La Moncloa para que terminara de decidirse o, por el contrario, si era mejor no decir nada por si se trataba de una estratagema. Quizás en su intimidad, el líder del PP desempolvó el "cuaderno azul" en el que confeccionó su Gobierno y repartió cargos entre los suyos el pasado verano, cuando ya se veía paseando por los jardines de Moncloa y tomando un Ribeira sentado en el sillón del poder.

Mientras tanto, los ciudadanos llenamos nuestras conversaciones de cafeterías y trenes de cercanías con nuestras cuitas presidenciales y nuestro punto de vista sobre los mentideros parlamentarios de estos días de fango y lodo.

La prensa y los medios de Comunicación también participamos de la "reflexión" del presidente y nos lanzamos a considerar si hay que etiquetar, como ha hecho Sánchez, a los periódicos serios para identificarlos y diferenciarlos de esos pseudomedios que parece ser que son solo una herramienta política más para abundar en eso que se ha venido en llamar fachosfera, una especie de mundo virtual lleno de personajes malos de videojuegos.

Se escribieron ríos de tinta sobre si lo que hacía el presidente era normal, si estábamos ante una nueva estrategia política, si se quedaba, si se iba, si su partido sabría encontrarle sustituto o sustituta, en definitiva... miles de versiones con sus correspondientes derivadas. Pero pocos se pusieron a pensar qué hubiera pasado si Sánchez hubiera elegido la puerta de salida. Y no hablo de cuestiones sentimentales o de trámites legales, hablo de lo que hubiéramos perdido los ciudadanos en cuestiones concretas que nos afectan en el día a día. Y es que, por mucho que nos intenten confundir, la política trata de poner en marcha medidas que mejoren la vida todos y ahí, este gobierno progresista saca buena nota.

Desde luego, se hubieran abierto muchos nuevos caminos: un mismo Gobierno con otro presidente o presidenta, un nuevo Gobierno con nuevas políticas, nuevas elecciones que nos llevaran al punto de partida y, después, un gobierno conservador o ultraconservador...

Me pregunto qué hubiera pasado con las ayudas puestas en marcha por la crisis energética como la rebaja del IVA y otras políticas que afectan directamente a los trabajadores y jubilados como la revalorización de las pensiones, el aumento del Salario Mínimo Interprofesional, el transporte gratuito para jóvenes y parados, los avales a la compra de pisos... Cuanto tiempo nos hubiera durado la reforma laboral, la inversión en Sanidad, la apuesta por la digitalización, por el coche eléctrico, por la reforma del mercado eléctrico. Y a todo eso le tenemos que sumar los fondos europeos, los mismos que el PP primer no creyó que llegaran y después trató de que no llegaran. Esos fondos que están sirviendo para modernizar nuestra industria, requilibrar el territorio, acometer reformas urbanas, implantar las zonas de bajas emisiones, hacernos menos dependientes de los combustibles fósiles y un largo etc. El último ejemplo de todo eso es muy reciente y se materializa en la fábrica de Almussafes donde se producirán 300.000 vehículos al año de un nuevo modelo que llegará al mercado en 2027.

Estas políticas se pueden observar en la buena marcha de la economía con un mercado de trabajo que ha superado los 21 millones de trabajadores y trabajadoras, con una reducción asombrosa de la temporalidad, con un mercado turístico que crece a ritmo de récord, al igual que la creación de empresas o el número de autónomos.

Afortunadamente, el presidente se quedó y, lejos de cuestiones personalísimas, significa que seguirán los ministros, los equipos, las política y el proyecto colectivo de un gobierno progresista que nos está llevando por camino adecuado, a pesar de las zancadillas de la derecha, de sus satélites judiciales y de sus altavoces pseudo mediáticos. No se ustedes, pero yo no echo de menos el proyecto que tiene la derecha para nuestro país. Bastante tuvimos y perdimos con los ocho años de M. Rajoy.