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EDITORIAL | SECUESTRADOS
50 años después de la muerte del dictador, estamos, creo, mucho peor que antaño, sobre todo en lo esencial
MADRID |

Queridos amigos:

Ayer, paradojas de la vida, se cumplían 50 años de la muerte de un dictador: Franco. Aquel personaje oscuro de nuestra reciente historia al que ahora algunos retrógrados fascistas, nostálgicos y con grandes lutos, quieren presentarnos como un gran líder. No lo fue. No fue un buen líder, amigos. Tenía secuestrada a una sociedad, la española, en beneficio de los que ganaron la guerra.

Dicho esto, cabe preguntarse: ¿qué habría pasado si la guerra la hubiesen ganado los republicanos y hubiésemos entregado nuestras almas —las de nuestros abuelos— al pensamiento estalinista de la época, abrazando a la “madre Rusia”? ¿Os imagináis un Kremlin montado en el Palacio de la Moncloa, con una KGB aniquilando con plutonio a los disidentes?

En fin. Los que aún podemos ser libres, porque no tenemos dueños —ni materiales ni doctrinales— podemos decir categóricamente que en esa guerra perdimos todos. Fuimos víctimas y verdugos a la vez.

Pero, dentro de toda esta mierda supina, en el fondo, años después descubrimos que ganó el bando que hoy permite que estemos en Europa. Eso sí: no sé si nos sirve para mucho esta Europa inútil; la inútil Europa política, la política inútil de Europa, la Europa inútil en el mundo… En fin, todos son sinónimos.

Vamos al grano: 50 años después estamos, creo, mucho peor que antaño, sobre todo en lo esencial. Es evidente que nuestro nivel de vida es infinitamente mejor; la evolución es inherente al paso del tiempo y, después de aquella masacre fratricida, el tiempo, casi por inercia, trae mejora. No podíamos ir a peor. Pero hoy el problema es otro.

La guerra del 36 se inicia por la gran falta de conocimientos y la pobreza generalizada de la población civil. Muchos se vieron envueltos, sin quererlo o saberlo, con un fusil viejo tirando tiros para cualquier lado, sin saber siquiera si enfrente estaba su hermano, el benjamín de la familia.

Esa guerra nació de la pobreza y la manipulación de un pueblo pobre, rural, analfabeto y con tan pocas universidades que casi podrían caber todas en el Bernabéu. Esa fue la semilla del horror y, cierto es, un dislate político similar al actual, regó y abonó aquella sopa primigenia.

Hoy, con niveles récord de estudiantes cualificados… ¿Veis a nuestros jóvenes luchando por un ideal? ¿Veis a las generaciones “cultivadas” de este país discutiendo consigo mismas, peleando contra su propio ego? ¿Veis a alguien cuestionándose si está equivocado? ¿Crees que sin equivocarse alguien puede avanzar? ¿Veis a los abuelos y abuelas discerniendo entre lo malo y lo bueno, o quizá entre lo malo y lo peor? ¿Cuántos ciudadanos son conscientes de las profundas puñaladas entre los poderes del Estado? Un ejecutivo estéril, un legislativo impotente, un judicial maniatado y fáctico, herido de muerte…

¿El Conocimiento no sería el 5 poder de un estado? ¿Existe realmente conocimiento útil en esta sociedad? ¿Solo la verdad te hará libre?

Hoy, la castración del intelecto social es la tónica. Miles de personas siguen aplaudiendo a un nuevo dictador, Pedro Sánchez, aquel que, pronunciando y recordando los horrores de una guerra fratricida, utilizando el miedo de entonces, 50 años después. Esteriliza la razón de la población en favor de sus fechorías: amigos en saunas de venta de cuerpos humanos; familiares condenados por tráfico de personas; putas a doquier; sudores genitales pegados al poder legislativo; comisiones; mordidas viscerales sobre el sudor de trabajadores y trabajadoras; Aurresku sobre la memoria de quienes defendieron la libertad con su vida; compraventa del poder judicial —y, por tanto, de la equidad entre nosotros— y ahora, cómo no, el exhorto imperial a todo un fiscal general que, como vil servil del caudillo, se autoinmola ofreciendo sus genitales al mismísimo Satanás.

Amigos, miles de personas seguirían votando este esperpéntico aquelarre goyesco. ¿Por qué? Si ya no son pobres, han leído mucho, han estudiado mucho, están duchos en materias concretas que les deberían poder permitir vivir holgadamente de su intelecto… Y la realidad es que vivir del conocimiento que el sistema nos dio, muy caro, por cierto, no sirve hoy ni para comprarse una triste y lúgubre morada.

¿Qué cojones pasa? No entiendo por qué, en la mejor etapa de la historia de España —la evolución desde Felipe a Rajoy—, los ciudadanos parecen haber perdido la capacidad crítica. Son mansos, son serviles al son de su ego y su sinrazón. No llamo a las armas, claro que no, llamo a las palabras, llamo a los ciudadanos a gritar. Gritar por su libertad.

Voté muchas veces al socialismo, sobre todo en Fuenla, pensando que el bien social viene de la igualdad entre todos los españoles. Creo profundamente que la redistribución de la riqueza los que mucho generan tienen que ayudar a que otros tambien puedan generar, es la base de la evolución social: el talento fluye hacia el progreso cuando no tienes que pensar en cómo subsistir, cuando no dependes de una subvención del poderoso para opinar.

Esto genera sociedades ricas: ricas en posibles y ricas en capacidad de autocrítica y de evolución. Y hoy tenemos todo lo contrario y no entiendo nada. Bueno, miento: sí, lo entiendo. Pero no debo exponerlo aquí.

Ahora ya, a mis casi 50 años, sé que en Fuenla se ha sembrado la pobreza como modo de vida política. Se usó el urbanismo para generar clases sociales cerradas; se usó la cultura para secuestrar el pensamiento maquillando el ego; se usó el ocio para alienar la necesidad, creando una falsa sensación de felicidad, aunque sea solo durante las fiestas del barrio de turno y un verdadero dispendio en fuegos artificiales.

Hoy, Fuenlabrada, como una de las ciudades más pobres de Madrid, allá con Parla, tiene que hacer una profunda reflexión. La pobreza y la humildad no son sinónimo de inferioridad humana, al revés: son sinónimo de grandeza humana, de oportunidad humana. De la necesidad sale la virtud, siempre que alguien no te ponga un tapón.

Y sí, amigos: en Fuenla, tanto España como Europa nos tienen puesto un tapón… Algunos lo llaman socialismo, palabra mal empleada evidentemente. No seré yo el que tire por tierra el ideario media sociedad que anhela buscar una civilización justa y con cierta capacidad de intervención estatal para reequilibrar la riqueza y los territorios, esta intervención del Estado sobre la maquinaria productiva, bien usada, multiplica por mucho la prosperidad social. La de todos...

Madrid ahora es motor de España precisamente por su política de intervención pública en los mecanismos de generación de riqueza privada. Menos en Fuenla que, repito, tenemos un tapón...

Pero amigo, amiga, compañero, camarada o compatriota, sé que la democracia social es el futuro… Así que, este socialismo de pandereta y esterilización del pensamiento solo ha traído división y adoctrinamiento; castración de la capacidad de exigir y pobreza; dependencia y frivolidad. Progreso, sí, pero hacia el abismo social. Esto no es Socialdemocracia, amigos.

La verdad, no sé si esto ya tiene solución. Quizá la única esperanza sea entender y crear una nueva clase política desprovista de colores. Viva la democracia basada en la prosperidad social, viva la "demosocie". O quizá sea más fácil cambiar las cosas desde dentro. ¿Tú qué opinas? ¡Me encantaría saberlo!