El Estado de Israel está acometiendo un exterminio sobre el pueblo de Palestina, y quien lo niegue es que no solo no está mirando las cifras de muertos, sino que no entiende de historia. "Cómo va a ser un exterminio si empezó Hamás y, además, Israel avisa de las zonas que van a bombardear para que la gente pueda resguardarse". Menudo argumento barato, imagínate que alguien coge y te dice, tienes menos de 24 horas para abandonar tu casa porque la van a echar abajo. Intentas idear un plan pero claro, tu capacidad adquisitiva es irrisoria porque, básicamente, no tienes qué llevarte a la boca, hay enfermos a tu cargo, bebés, etcétera. ¿A dónde narices te vas a ir? En fin.
En cuanto a la historia que envuelve a Palestina y los eternos intentos de Israel por ocupar terreno árabe, hagamos de nuevo otro ejercicio de imaginación. De la noche a la mañana, alguien que no pertenece a tu tierra y, además, se ha adueñado de ella engañándote, llega y te dice: ni este edificio será de tu propiedad a partir de mañana, ni tú serás más palestino si te quedas. Porque, a partir de ahora, este territorio pertenece a Israel.
Claro, ante esta noticia, tienes que elegir si marcharte con una mano delante y otra detrás, porque los que ejercieron el yugo sobre ti te han empobrecido, o si te quedas bajo la consecuencia de que los nuevos te van a marginar, van a levantar muros tan altos que lo que fuiste y lo que serás quedará totalmente desdibujado y desposeído de las raíces más básicas para una persona. ¿Qué harías?
Pues este mismo conflicto es el que ha vivido Palestina durante siglos, desde la ocupación de los otomanos, pasando por el engaño de una liberación inglesa que, finalmente, se adueñó del territorio a través del Acuerdo Sykes-Picot entre Francia e Inglaterra con el apoyo de Rusia; hasta 1948, cuando Reino Unido se retira y David Ben Guirón reconoce el Estado de Israel, una intención inglesa que ya reflejaron en la Declaración Balfour de 1917.
Es más, fue la propia Organización de Naciones Unidas la que propuso dividir Palestina en dos estados en 1947, uno judío y otro árabe, pero dando un valor especial a Jerusalén. Esta propuesta fue apoyada por los sionistas, pero los árabes la rechazaron al comprobar que se daba más de la mitad del terreno a los judíos, algo que consideraban injusto. Tanto es así que en 1948, después de los reconocimientos mencionados, llega la Primera Guerra Árabe-Israelí.
Posteriormente, en 1967, con la Guerra de los Seis Días, Israel ocupó tres territorios pertenecientes a los árabes, Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, bloqueando con ello la posibilidad de crear un estado palestino. La OLP (Organización para la Palestina Libre) luego reconocida como la Autoridad Nacional Palestina en 1993 con los Acuerdos de Oslo, apostaba por las resoluciones pacíficas aceptando el Estado de Israel mientras estos les reconocían como autoridad política y en 2005, Israel retira sus tropas de Gaza.
Otro de los problemas que se suma al cóctel es que, mientras el Ejército israelí es uno de los más desarrollados del mundo, los palestinos han visto coaccionadas sus capacidades de crecimiento, y la llegada del grupo terrorista de Hamás a una tierra, per sé, empobrecida, tampoco ayudó. Este grupo fundado 1987 durante la Primera Infantada, combina dos ideologías, la islamista con el nacionalismo palestino, es decir, apoyan a los árabes que luchan por su independencia, pero con una metodología radical y una resistencia armada.
En 2007, Hamás consigue tomar el control de Gaza expulsando a la ANP, la Autoridad Nacional Palestina, aislando al pueblo palestino, pero recibiendo el apoyo de otros territorios como Irán y Qatar, lo que le convierte en punto central dentro de la política de Oriente Medio. Lo que pasa que sus métodos son, básicamente, una apología al terrorismo, y así lo demostraron en su atentado del 7 de octubre de 2023 donde murieron más de 1.200 personas y secuestraron a 200.
La verdad que era el último puntapié que necesitaba Israel para hacer lo que ahora mismo está haciendo. Netanyahu lleva tras sus espaldas más de 65.000 fallecidos en Gaza. Y es que, parece y solo parece, que Israel, en su afán por conquistar territorios como ya hemos visto a lo largo de la historia, quiere volver a ocupar ese terreno que decidieron liberar en 2005. Cabe destacar también que Palestina es una zona con mucha riqueza natural, el yacimiento más conocido es el de Gaza Marine, que tiene reservas ilimitadas de gas, pero esto nunca se ha podido explotar a gran escala debido a los diversos conflictos.
También hay sospechas sobre Netanyahu está usando como excusa el atentado de Hamás para extender su mano sobre Palestina empleando las armas y pisando, con todas las de la ley, los derechos humanos. Además, parece que acumula varios delitos y, entre ellos, sendos crímenes de guerra.
Sin embargo, en esta partida hay muchos peones y demasiados responsables, desde la propia ONU, que ahora se lleva las manos a la cabeza, pero fue una de las que propuso esa división territorial de la zona de Palestina; pasando por el terrorismo que ejerce Hamás usando a su gente de escudos humanos, construyendo túneles por debajo del territorio para acometer sus actuaciones inhumanas o destruyendo a los suyos con violaciones, vejaciones y un sin fin de abominaciones. Y, por último, cerramos con Israel, una nación que se levantó sobre una tierra cedida para "compensar" la masacre del genocidio nazi, que marginó a los que allí estaban asentados y que, no conformes con eso, llevan años intentando conquistar una tierra que, guste o no, es de los palestinos.
En fin, dejemos de engañar a la gente. No es un genocidio porque Israel no busca acabar con una raza por cuestiones religiosas o de etnia, sino que pretende adueñarse de la riqueza de Palestina y la conquista de territorios . Sí, es un exterminio, porque el número de muertes que lleva Israel a sus espaldas bajo la excusa de querer acabar con Hamás no solo ya no cuela, sino que es inhumana, es una desgracia. Imaginaros que el Gobierno de España en su día hubiera respondido igual a los atentados terroristas de ETA, no quedaba español en pie, por lo menos en el País Vasco. De verdad, es una desgracia.