Dardos cruzados entre la Real Academia Española y el Instituto Cervantes. En el marco de la celebración del X Congreso Internacional de la Lengua Española, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, dedicaba a Santiago Muñoz Machado, director de la Academia, unas palabras que hicieron ponerse en guardia a ambos organismos. García Montero consideraba que la RAE "está en manos de un experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias"; señalando la no condición de filólogo de Muñoz Machado ya que es catedrático de Derecho Administrativo.
Unas declaraciones que desde la Real Academia Española tildaron de "lamentables" y manifestaron su "absoluta repulsa" por "las incomprensibles manifestaciones del señor García Montero, por completo desafortunadas e inoportunas en la víspera del comienzo del X Congreso Internacional de la Lengua Española". A la defensa del director de la Academia salió al paso el periodista, escritor y académico, Arturo Pérez-Reverte.
Señalaba a García Montero por ser "un mediocre y paniaguado director del Cervantes".
El académico, que ocupa el sillón de la "T", señalaba a García Montero por ser "un mediocre y paniaguado director del Cervantes". La actualidad política con facilidad encontró su espacio en el debate. Con una publicación desde su perfil de 'X', Pérez-Reverte echaba la vista atrás señalando "la incompetencia" de los últimos ministros de Exteriores porque "nos ha hecho perder la América hispana". Para el autor, "el único vínculo de prestigio diplomático que aún se mantiene con ella, gracias a la RAE, es la lengua española".
En su crítica, Pérez-Reverte apunta a García Montero —sin mencionarle explícitamente— por "ser una criatura de Albares". Prosigue en su publicación en redes señalando al ministro José Manuel Albares porque "pretende meter mano ahí y colonizar el ámbito natural de la RAE abriéndose paso a codazos para protagonizar la fotografía". Apuesta el académico que buscan "poner la RAE a su servicio y contaminarla como han hecho con todas las instituciones españolas. Lo que se traduce, en el caso que nos ocupa, de una siniestra mezcla de egos revueltos y mala fe".