Hace unas semanas, los comentarios que un par de niñas hicieron en un programa de televisión hicieron saltar mis alarmas. Ninguna de las dos superaba los diez años de edad, pero ya tenían perfectamente integrado en su discurso que el aspecto físico con el que se mostraban al mundo era tan importante que controlarían la ingesta de ciertos alimentos para no engordar y pasarían horas delante del espejo para peinarse de una determinada manera. Llama la atención la naturalidad con la que estas niñas aceptan que “para presumir hay que sufrir”, como llegó a pronunciar una de ellas. Sin embargo, lo más sangrante es que un programa que busca pequeños talentos de la música decida editar los vídeos de presentación de estas concursantes destacando, precisamente, estas declaraciones. Si ya las redes sociales nos dejan claro el molde en el que debemos encajar desde bien pequeñas, el hecho de que la televisión convencional no detecte (o sí) el peligro de reproducir este tipo de mensajes en un formato orientado hacia un público juvenil recrudece el panorama al que se se enfrentan las nuevas generaciones.
Aunque el movimiento body positive parece haber ganado terreno, lo cierto es que todavía vemos cómo la dictadura de la belleza y, especialmente, la de los cuerpos normativos continúa lanzando dardos para alcanzar a los más mujeres más jóvenes. En los últimos años hemos sido testigo de la vuelta de tendencias dosmileras que, lejos de venir actualizadas en lo que la inclusión y diversidad se refiere, están pensadas para tomar forma en siluetas delgadas en las que el row rise de los vaqueros encaje según el manual original. El hecho de que muchas mujeres rompan el molde establecido y opten por vestir cómo quieran sin mirar antes la báscula no implica que se libren del ojo crítico de la sociedad, a no ser que el sistema pueda mercantilizar su cuerpo estampándole un sello curvy o midsize que sirva de reclamo para las marcas.
Hace unas semanas, en este mismo espacio que es Filtro Violeta, hablamos de las rutinas de skincare compuestas por mil pasos y productos diferentes para rozar un ideal inalcanzable. Igual que hemos retorcido los conceptos fit y healthy cuando queremos referirnos a cuerpos delgados, preferimos hablar de pieles sanas en vez de, simplemente, bonitas. De estas eternas rutinas de cuidado de la piel que se ofertan en el mercado, surge una nueva casilla que marcar en la lista de expectativas con las que debemos cumplir las mujeres y, en una sociedad machista que disfraza de amor propio lo que en realidad son dictados, es de esperar que los formatos de entretenimiento joven vengan minados de mensajes que educan a las niñas para ser perfectos engranajes de un sistema que observa a las mujeres, al mismo tiempo, como productos de consumo y rentables consumidoras de las fórmulas que prometen hacernos encajar en el molde que marcan los vaivenes de la estética y la moda.