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No diré nada
Este artículo de opinión se autodestruirá en tres, dos, uno...
MADRID |

Como en España ya no se puede decir nada, esta opinión nunca habrá existido. Como en este nuestro país ya no existe la libertad de expresión nunca podré decir que me planto contra el populismo barato, contra la precariedad habitacional, contra la guerra y contra aquellas personas que creen que vivimos peor que hace 60 años.

Si hace falta me enfado, no respiro y me convierto en pera para que no me volváis a escuchar decir que la libertad de prensa sí existe, que el futuro está en los medios independientes y que la pluralidad tiene que estar en la televisión pública y en la privada.

Decía alguna por ahí —encima de las tablas de un teatro y en prime time— que esta es la realidad de España: "Ya no se puede decir nada". Cabría recordar a ciertas personas que expresar tu opinión desde un plató es contrario a "no decir nada"; pero esa misma gente se enfada cuando tú sí dices algo. Los tiempos de escuchar y asentir terminaron hace mucho; esto no es una batalla de haber quién dice "la nada" más atrevida, si no un tiempo de contienda contra el bulo, un tiempo que lucha contra la invisibilización de opiniones y el descrédito de la que menos te convenga.

Es tal el desarraigo de lo social en el que han caído algunos que —en plena televisión pública— un español de a pie tuvo que corregir a una tertuliana venida arriba cuando ésta pensaba que pedir una vivienda digna, hablar de la guerra de Gaza y pedir condiciones laborales justas para nuestros bomberos eran cosas de izquierdas: “Son de sentido común", le rebatía él.

Fuera de la polémica creada y del titular fácil, esta es la España que sí nos representa: la que cree que es posible dar cabida a un debate sobre periodismo y política un martes cualquiera a las once de la noche. La España diversa y plural, aunque unos cuantos prefieran separarnos por colores.