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El president que no supo llegar, ni estar, ni marcharse
Carlos Mazón llegó agarrado a la ultraderecha, falló a los valencianos cuando más le necesitaban y se fue entre mentiras y bulos
MADRID |

El molt honorable president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón Guixot, no estuvo a la altura de su cargo. Nunca. De hecho, en los momentos más trascendentes de la historia reciente de la región directamente se ausentó de sus responsabilidades.

Retrocedamos un poco en el tiempo, a la noche del 28 de mayo de 2023. Tras finalizar el escrutinio electoral, el PP alcanzaba 40 diputados y sabían que sumaban con la ultraderecha de Vox hasta la mayoría absoluta. La sede valenciana del PP se convirtió en una fiesta. Mazón repartía besos y abrazos, felicitaba a los suyos y prometía "trabajar para todo el mundo". En su breve discurso aseguró que le daría a la Comunidad Valenciana "un Gobierno estable, el Gobierno que se merece". Nunca cumplió su palabra. No construyó un gobierno estable, de hecho, se rompió a los pocos meses. No trabajó para todo el mundo, de hecho, no trabajo para nadie más que para él. Y, obviamente, nunca fue el Gobierno que se merecían los valencianos.

En aquellos felices momentos, embriagado de éxito, Mazón no era consciente de la responsabilidad que supone ponerse al frente del Gobierno de una Autonomía en la que conviven más de cinco millones de personas. Probablemente, nunca entendió el enorme peso que supone alcanzar el poder, la trascendencia de su cargo. Un puesto a tiempo completo en el que no hay espacio para el tiempo libre, para el asueto o para irse de comida con una amiga periodista a la que le ofreció a los postres, según contó el mismo, un cargo en la televisión valenciana. Todo un ejemplo de democracia y de transparencia.

Su investidura fue posible por un acuerdo cerrado tan pronto que parecía cocinado mucho tiempo antes. No dudó el president en incorporar a su equipo a la ultraderecha de Vox y firmó un pacto de Gobierno que perjudicó a su propio partido, lastrando las expectativas electorales de Alberto Núñez Feijóo en su carrera hacia La Moncloa. Un acuerdo que, en principio, estaba pensado para toda la legislatura y duró solo unos meses porque los ultras se fueron de él. Un acuerdo entre dos partidos que contenía medidas abstractas que hablaban de libertad, de señas de identidad, de gasto político, de natalidad, de ocupación... o de bajadas generalizadas de impuestos. Un acuerdo que olvidó lo más importante, a los valencianos.

Hay que reconocer que la noche del 29 de octubre de 2024 marca inexorablemente la legislatura, es un antes y un después. Nadie esperaba lo que ocurrió, nunca vimos en España algo semejante, a pesar de que los científicos nos vienen advirtiendo desde hace años de las consecuencias del cambio climático. Pero no les creeremos hasta que no lo vivamos en nuestras propias carnes. A pesar de fenómenos como el de Filomena, o la propia Dana que arrasó centenares de municipios valencianos.

Pero la actuación de Carlos Mazón y de su Gobierno esa jornada y las posteriores no tiene calificación posible, no sostiene ningún análisis riguroso. Sobre todo, lo que hizo el president. Hizo caso omiso a las alertas de la AEMET, no atendió a lo que decían los bomberos que estuvieron en el barranco del Poyo, también pasó por alto los mensajes de la Confederación Hidrográfica del Júcar... ni tan siquiera se alarmaron cuando las llamadas a emergencias colapsaron las centralitas. Era gente pidiendo socorro, pidiendo auxilio, porque se ahogaban y nadie hizo nada por ayudarles. El president estaba atendiendo otras preocupaciones.

Pero su equipo incumplió también su responsabilidad. Duele en el alma saber que toda una consejera de Emergencias, reconocía que no sabía siquiera de la existencia de un sistema de alerta para avisar a toda la población del peligro inminente que se les venía encima. Enviaron esa alerta tarde y mal. Lo que les coloca como los máximos responsables de todo lo que ocurrió esa tarde-noche. No lo pudo decir mejor Virginia Ortiz durante el homenaje a las víctimas, "es quien omite su deber, a sabiendas de que su omisión puede causar la pérdida de vidas humanas, quien comete el acto primigenio que deriva en sus muertes".

En su discurso de anuncio de dimisión, una dimisión a cámara lenta, Mazón reconoció "algunos errores" pero se quedó corto porque su gran error fue no estar, permanecer en su comida de El Ventorro como si nada pasara. Mientras tanto, miles de valencianos luchaban por no morir, y los españoles ya veíamos por televisión y por las redes sociales que lo que estaba ocurriendo tenía unas magnitudes colosales.

Los días posteriores, cuando el barro inundaba las calles, Carlos Mazón ocupaba más tiempo en buscar excusas y en trasladar culpas hacia otros responsables políticos que en gestionar la tragedia. Y todo eso lo percibieron desde el minuto uno las víctimas que se sintieron y se sienten huérfanas porque el president de la Generalitat no supo nunca estar a la altura. Lo peor de todo es que ha pasado el tiempo y Mazón sigue en su mismo discurso, en culpar a otros, y tratar de convencer de que nadie le avisó de lo que venía. Todo falso como los hechos han demostrado. Pero da igual, pasarán los años y seguirá defendiendo lo mismo que defiende hoy. Nunca reconocerá que no estuvo donde tenía que estar en los momentos tan complicados que se vivieron. Es costumbre en su partido. Mariano Rajoy sigue convencido de que lo que salía del Prestige fueron tan solo unos "hilillos de plastilina"; Federico Trillo continúa negando cualquier error en el reconocimiento de los cuerpos de los militares fallecidos en el Yak42; y Aznar mantiene que Irak tenía armas de destrucción masiva o que los "autores materiales del 11M no viven en montañas lejanas".

En unos días, Carlos Mazón pasará por la comisión de investigación del parlament valenciano y tiene la posibilidad de enmendarse a sí mismo. Puede abandonar su tacticismo político y podría reconocer ante las víctimas que no hizo todo lo que pudo, que se equivocó, que no supo gestionar lo que sucedió y que sus errores costaron vidas. Pero me temo que no lo hará. Ahora su preocupación no es política, es judicial. Porque una jueza de Catarroja investiga lo que hizo el president y lo que dejó de hacer. Es posible que no responda ni atienda a las víctimas, pero no podrá evitar contestar a la justicia.

Ahora ya no está al frente de la Generalitat. Para la historia quedará que fue un president que no supo llegar, que no supo estar y que, como muchos esperábamos, ni siquiera supo irse.