No es deseo, es fetiche. No es admiración, es cosificación. No es atracción, es misoginia disfrazada de morbo. ¿Suena fuerte? Pues esto es lo que hacen los hombres que se identifican como heterosexuales, pero muestran libremente su atracción hacia mujeres trans (que no se han operado los genitales) por el mero hecho de tener pene. Un deseo que, especialmente, no surge del reconocimiento de su identidad femenina, sino de un simple fetiche por los genitales de esa persona. ¿miedo a replantearse su sexualidad entonces?
Creo que es fundamental comenzar definiendo el fetichismo como una atracción sexual hacia una parte del cuerpo o característica concreta, reduciendo a la persona a esa cualidad. En este caso, entonces, el fetichismo de estos hombres es “el pene”, por lo tanto, su interés no está en la mujer, sino en un objeto sexual específico. Básicamente, una atracción reduccionista y deshumanizante que se centra en el pene y no en la mujer como persona.
Podemos decir, que muchas veces en la actualidad, las personas trans se siguen tratando como algo “tabú” o “exótico”. Una mirada de la sociedad que convierte a estas personas en objetos de fantasía. Es decir, lo que debería de ser una atracción hacia una mujer se vuelve una búsqueda de algo poco común, algo que les genera morbo.
Una visión que se alimenta también de la manera en que exponen a estas personas en las películas o series. Tienden a fomentar los estereotipos que tienen establecidos: poca complejidad de personajes trans, centrar en la apariencia, lo sexual, el “problema médico”, etc. Eso refuerza que el público los vea más como “objeto de fantasía” que como personas completas. Pero este es otro capítulo aparte, que podría tener su propia opinión.
Ahora bien, la deshumanización de las personas trans por respecto a su atracción genital (en el caso de las que no hayan llegado a realizar una operación de sexo) contrae misoginia y conductas transfobas.
Se tilda de misoginia esta actitud porque se reduce a la mujer trans a su genitalidad, ignorando su identidad y su experiencia como mujer. Podríamos decir que el mismo sistema que cosifica a las mujeres cis también lo hace con las mujeres trans, pero con un plus de estigma: se las ve como “trofeos sexuales” en lugar de como personas. En cuánto a la transfobia, realmente se definiría como transmisoginia porque este tipo de actitudes combina el rechazo social hacia lo trans con su hipersexualización.
Y, como preguntaba al principio, toda esta situación también puede estar marcada por el miedo a sentirse identificados como “no heteros”. Por ello, para compensar ese “miedo” que se generan ellos mismos, utilizan este morbo, llevándolo al secretismo. Es decir, lo convierten en un fetiche y no las ven como una pareja con la que podían tener una relación normal. En esta situación, aunque sobra decirlo, hay que recordar que un hombre/mujer que se sienta atraído hacia una persona trans no altera su orientación sexual. No son una categoría aparte, son mujeres y hombres como cualquier otra persona.
¿Nos paramos a pensar en cómo puede afectar esto a estas personas? Al final que te reduzcan a un objeto sexual, no a una persona completa, puede derivar en distintos problemas de salud mental, puedes llegar a sentirte inferior o, incluso, generar miedo a no poder tener una vida amorosa “normal”, limitando tus relaciones en algo puramente sexual.
En definitiva, la sexualización surge de la mezcla de curiosidad morbosa, prejuicio y machismo. La atracción sexual hacia mujeres trans no es el problema, el error está en fetichizarlas por un rasgo corporal específico.
Tras todas estas palabras, debería ser el momento de distinguir entre deseo y morbo, entre admirar a una mujer y reducirla a un fetiche. No invisibilizar su identidad más allá de su cuerpo, porque mientras la sociedad siga premiando la sexualización de las mujeres trans, siempre habrá quien siga viendo un pene antes a una mujer.