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España sigue bajo pactos que no convencen a nadie
Tras las elecciones municipales, el 85% de los ayuntamientos estarán gobernados en minoría o con pactos postelectorales
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El 17 de junio se produjo la investidura de alcaldes y alcaldesas en los 8.131 municipios de España. En las ciudades más grandes, 1.249 gobernarán con mayoría absoluta, el 15% de los ayuntamientos españoles. Eso supone que en gran parte del 85% restante de las administraciones locales serán gobernadas en minoría o por ejecutivos en coalición. Esas coaliciones a derecha e izquierda que alarman a un lado y a otro.

Ejemplos en la política municipal hay muchos durante estos días. En Elche, Partido Popular y Vox apartarán de la alcaldía a la lista más votada, la del PSOE, gracias a un pacto. Ese acuerdo incluye, entre otras cosas, la destrucción de carriles bici y la paralización de la Zona de Bajas Emisiones. Son solo dos símbolos de una nueva política de negación de la emergencia climática que ha puesto sobre la mesa, precisamente, el partido con menos representación, Vox.

En Leganés, el partido local, ULEG, de Carlos Delgado, se ha pasado las últimas semanas exigiendo la alcaldía para apoyar un pacto de los partidos de izquierdas, PSOE (8 concejales), Más Madrid (3) y Podemos-IU-AV (2). El resultado electoral dio la victoria al PP (9), pero no la mayoría. Y el partido vecinal quiso hacer valer sus 3 concejales y poco más de 11.000 votos para imponerse al resto de las fuerzas políticas elegidas por los ciudadanos.

Si nos fijamos en la política nacional, hace cinco años, en abril de 2019, Pedro Sánchez ganó las elecciones generales doblando en escaños al segundo partido, pero sus 123 diputados eran insuficientes para llegar a Moncloa. A su izquierda, Unidas Podemos, con 42 diputados, pedía formalmente la vicepresidencia del Gobierno y cinco ministerios. El socialista se negó y la consecuencia fue la repetición electoral. Meses más tarde, un nuevo resultado electoral no dejó más salida a Sánchez que pactar con quien no quería y conformó el primer Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Ese Ejecutivo que sus contrincantes políticos han atacado por tierra, mar y aire por dar entrada a “extremistas izquierdosos, bilduetarras, separatistas y enemigos de España”.

En clave autonómica, el 28 de mayo pasado, Carlos Mazón, candidato del PP en la Comunidad Valenciana, ganó las elecciones con 40 diputados, nueve más que la segunda fuerza política, el PSOE. Sabedor que, si quiere gobernar, debe pactar, no dudó en firmar un acuerdo con Vox que cede a la extrema derecha una vicepresidencia y tres consejerías (Cultura, Agricultura y Justicia). La izquierda valenciana está horrorizada y avisa que ese nuevo Ejecutivo pondrá en peligro las políticas contra la violencia de género, las políticas de defensa se los servicios públicos, la redistribución de la riqueza, la educación de los chicos y chicas, la defensa del valenciano o la recuperación de la memoria democrática.

En unas semanas, volvemos a las urnas para elegir nuevamente el Gobierno de la nación. Y todo hace prever que el próximo Ejecutivo estará conformado por otro gobierno de coalición. Si es parecido al actual, con pactos del PSOE y los partidos a su izquierda, seguiremos con la cantinela de los últimos cinco años. Si gana el PP y para gobernar debe hacerlo haciendo vicepresidente al líder de la ultraderecha de Vox, Santiago Abascal, la mitad de los electores se echarán las manos a la cabeza.

Los pactos son buenos cuando son la suma de objetivos comunes, cuando las formaciones que acuerdan lo hacen respetando la representatividad que les dan los ciudadanos 

Los pactos son buenos cuando son la suma de objetivos comunes, cuando las formaciones que acuerdan lo hacen respetando la representatividad que les dan los ciudadanos y cuando lo importante son los programas que se firman y no tanto los puestos que se reparten.

Pero de un tiempo a esta parte esa política pactista parece haberse corrompido porque vemos cómo las minorías se imponen a las mayorías, escorando la política española hacia los extremos. Esto hace que muchos ciudadanos se alejen de la política y dejen de participar en el juego democrático.

Por eso ha llegado el momento de buscar fórmulas para que haya transparencia, para que no haya excesos de los que menos votos consiguen, para que no se bloqueen gobiernos… opciones hay muchas y muchos los ejemplos en países de nuestro entorno, pongámonos a ello.

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