Las últimas elecciones de Extremadura han dejado varias lecciones sobre la mesa y distintas lecturas de sus resultados. Mientras el Partido Popular encabezado por María Guardiola celebra su victoria, laxa e ínfima victoria, el Partido Socialista agota los clínex del supermercado ante una derrota que supera las expectativas, no por el apoyo perdido, sino porque todavía hay gente que confía en ellos, a pesar de todo, a pesar de muchos.
Sin embargo, antes de continuar con la lectura, es importante hacer un pequeño análisis de la historia electoral que precede a los comicios que se vivieron ayer. Remontándonos al año 2003, por no irnos a épocas que ya van quedando demasiado atrás, se puede hacer la siguiente tabla comparativa (con una pequeña ayuda de nuestra 'chati' para colocar datos):

La radiografía que hacemos de Extremadura es, a todas luces, espeluznante, por no decir terrorífica. Desde el año 2003 hasta la actualidad, la región ha ido perdiendo habitantes y habitantes participativos, ciudadanos que confían en las urnas y en que cada voto es decisivo. Si bien es cierto que entre 2011 y 2015 hay un ligero repunte, la realidad es que en 2025 hay menos población que en los años que le preceden, la gente se está yendo, Guardiola, ¿por qué no hablamos de esto?
No obstante, volviendo al tema que nos concierne, entre 2003 y 2007 se concentra el mayor número de votantes en Extremadura, rondando un 75% de la participación, probablemente porque todavía se creía en la movilización social. Además, destaca el apoyo mayoritario al PSOE frente al PP; Extremadura ha sido socialista. Posteriormente, desde 2011 hasta la actualidad, la participación no supera el 65%, aunque el voto ha sido más fluctuante en tanto en cuanto en 2011 gana el PP con una diferencia sustancial sobre el PSOE. Entre 2015 y 2023, disminuye la diferencia de apoyos hasta este 2025, donde el PP obtiene 228.000 frente a un PSOE totalmente desmoronado, con los peores resultados históricos: 136.017 votos.
2025, tan solo dos años después de las elecciones de 2023, tan solo dos años después de las elecciones generales y europeas. 2025, año en el que Guardiola revalida la presidencia en Extremadura, aunque, de nuevo, lejos de la mayoría, muy lejos para el contexto nacional que nos envuelve. La popular ha conseguido subir tan solo un escaño (de 28 a 29), aunque claro, toda comparación es positiva si el que está enfrente es el PSOE, partido histórico envuelto en escándalos, que se ha perdido nada más y nada menos que diez escaños, pero que sigue siendo la segunda fuerza. Bravo Guardiola, lo has hecho popularmente bien.
Y es que, te paras a pensar y te das cuenta de que nada es suficiente, que el sistema está tan podrido que la corrupción pasea en calzoncillos sobre nuestras cabezas, que hacen de gran alfombra roja. Da igual que haya un abusador sexual entre las filas socialistas, que el número dos se haya aliado con el tres para, con apoyo del cuatro, hacer contratos que huelen mal, muy mal, por los que, todavía con el PRESUNTAMENTE delante, se han llevado dinero, mucho dinero; mientras la renta media española sigue siendo una miseria. Que nadie, absolutamente nadie, salga a pedir perdón ni a asumir responsabilidades.
Pero, frente a este despropósito, vemos a una oposición flácida, floja, muy laxa, más preocupada en quitarse unas gafas que de ser la fuerza que necesitan los españoles para poder volver a respirar. Que celebra triunfos inexistentes, incapaces de hacer un análisis real de la situación, negados a reconocer que no son la alternativa a nada, sino el impulso para el todo poderoso que conocemos ahora.
Huele a podrido, y va a ser muy difícil eliminar este hedor.