Nunca antes se había hablado tanto de la mercantilización de las mujeres ni de la cosificación de nuestros cuerpos. ¿Dónde han estado todo este tiempo quienes hoy se llevan las manos a la cabeza con los audios de altos cargos del PSOE? Sin duda, no hay más que machismo y violencia en el intercambio de mensajes entre el exministro Ábalos y su asesor Koldo, pero en el ejercicio de usar esto como arma arrojadiza desde las tribunas las mujeres tampoco estamos saliendo bien paradas. El hecho de que en la esfera política española escorada a la izquierda hayan salido a la luz conversaciones entre varios tipos que parecían repartirse a las mujeres como si de muñecas se tratase no hace a la derecha más feminista, a pesar de que en los últimos tiempos se haya llenado la boca acusando de machistas a sus enemigos políticos, ya sea a raíz de estos polémicos audios o por otros episodios mediáticos como el ‘caso Errejón’.
Lo único que demuestran este tipo de situaciones es que la sociedad está atravesada por un machismo estructural que se manifiesta a diario y a todos los niveles. Es por eso que resulta insultante que cualquier caso de machismo se instrumentalice para ser empleado en la contienda política, vaciándolo de contenido, invisibilizando a las mujeres y alejándolo por completo de la lucha y la agenda feminista. No hay mayor intención en esto que la de sumarse algún que otro punto por descarte en mitad de la contienda política.
“Yo quiero la otra también, pero era porque cambiaras tú”, se escuchaba en esos polémicos audios. “No sé, la Carlota se enrolla que te cagas”, decían en otro punto de la conversación. Todo ello para terminar haciendo una demostración de fuerza y de poder sin ni siquiera pretenderlo. “Pues la que tu quieras... O Ariadna y Carlota. Y a tomar por culo”. Las que ellos quieran y cuando ellos quieran, porque sí, porque pueden. No importa la voluntad de las mujeres, mucho menos su deseo. Un hombre tiene la posibilidad de acceder sexualmente a una o varias mujeres si puede pagarlo y, precisamente por considerarnos un objeto con el que mercantilizar, terminan hablando de nosotras como si fuésemos bienes que pueden adquirirse o alquilarse según nuestras prestaciones.
Mirar hacia arriba para poner el foco en las altas esferas es esencial, pero no menos que mover la vista hacia los lados. El machismo es violencia y convivimos con él cada día desde edades muy tempranas. Su erradicación no pide discursos vacíos, sino políticas valientes, por muy incómodas que resulten. Nos va la vida en ello.