MADRID | Las obras de Juan Muñoz toman el Museo del Prado

Es considerado uno de los escultores españoles más influyentes del arte contemporáneo

Es considerado uno de los escultores españoles más influyentes del arte contemporáneo

La exposición podrá visitarse hasta el 8 de marzo.

Imagen: Ayto. Madrid

 

 

La delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz, ha presentado en el Museo Nacional del Prado la exposición 'Juan Muñoz: Historias de arte', dedicada al diálogo del maestro de la escultura contemporánea con la pintura clásica que inspiró su trabajo.

 

 

La muestra, que se podrá visitar hasta el 8 de marzo de 2026 -y cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid-, aborda la práctica de Muñoz, marcada por el ilusionismo, la teatralidad y la arquitectura como espacio de ficción.

 

 

Comisariada por Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern (2003–2010), reúne instalaciones, figuras, libros personales, vitrinas-artefacto llenas de objetos, lienzos, dibujos y grabados distribuidos entre las salas C y D del Edificio Jerónimos y distintos espacios del Edificio Villanueva.

 

 

A este conjunto se añaden las obras que el museo ha permitido expandir fuera del espacio temporal, instaladas en salas de la exposición permanente -la 12 (dedicada a Velázquez) y la sala 28 (de Rubens)-, en la escalera sur próxima a la entrada de Murillo y en la explanada de la puerta de Goya.

 

 

El recorrido incluye piezas emblemáticas, como The Prompter, Conversation Pieces o The Nature of Visual Illusion, que plantean una experiencia en la que el visitante se enfrenta a figuras silenciosas, suspendidas entre la ilusión y la realidad.

 

 

Influenciado por Borromini, Bernini, Velázquez y Goya, creó escenarios en los que el espectador se convierte en actor, testigo y protagonista de escenas cargadas de tensión psicológica.

 

 



El recorrido reúne instalaciones, figuras, dibujos, grabados y vitrinas

 

 

 

 

Un artista ligado al Prado

 

 

Nacido en Madrid, donde trabajó toda su vida, Muñoz mantuvo una relación esencial con el Museo Nacional del Prado y con la historia del arte, que estudió sin jerarquías desde joven.

 

 

Así, el artista regresa simbólicamente al museo que visitaba con frecuencia, cuya colección marcó de forma persistente su manera de abordar la perspectiva, la composición y la puesta en escena.

 

 

Escultor alimentado conceptualmente por la pintura, buscó que su obra preservara los elementos ilusionistas de esta tradición. Del Renacimiento adoptó la preocupación por situar al espectador en relación con la totalidad de la obra; del manierismo y el Barroco, la experimentación con la distorsión de las formas, la manipulación del espacio y la tensión entre espectador y objeto. Por otro lado, de Borromini y Bernini aprendió a concebir la arquitectura como un marco teatral capaz de provocar creencia y desorientación.

 

 

Figuras enigmáticas y ecos de los clásicos

 

 

Su obra está poblada de figuras enigmáticas, a escala humana, dispuestas en grupos o escenarios íntimos, congeladas en gestos ambivalentes o con la boca entreabierta.

 

 

Estas presencias dialogan tanto con la escultura clásica como con Borges y Beckett. A mediados de los años ochenta del siglo XX comenzó a incorporar suelos ópticos en sus instalaciones, evocando los de Borromini, pero también estructuras minimalistas a la manera de Carl Andre, concebidas para ser recorridas.

 

 

Otro motivo recurrente en su trabajo son los balcones, que remiten tanto a los de Manet y Goya como a los de hierro forjado de las calles madrileñas. Para Muñoz, el balcón era “una metáfora de mirar aquello que te mira”, un escenario de observación recíproca.

 

 

Las Conversation Pieces, desarrolladas desde 1991, presentan grupos de figuras de rostros idénticos pero gestos individuales, que establecen escenas de intensa carga psicológica e invitan al espectador a integrarse para luego mantenerlo al margen, consciente de su propia presencia en el espacio.

 

 

Los ecos de Velázquez y Goya resuenan en toda su creación: desde los espejos que implican al espectador (como en Five Seated Figures, evocando Las meninas) hasta las escenas de absurdo silencioso, que recuerdan los Caprichos o los Desastres, dramatizando esa fina línea entre la risa y el sufrimiento que tanto fascinó a Muñoz -y que aprendió de Goya-.

 

 

A pesar de su profundo compromiso con la historia del arte, Muñoz fue un innovador que trascendió la estética de su tiempo. Creador de esculturas, instalaciones, dibujos, escritos y obras sonoras, se consideraba un narrador, cuyas historias nos piden suspender nuestra incredulidad y adentrarnos en su ilusionismo barroco.

 

 

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