MADRID | Esta Navidad deseo lucidez

Y que 2026 nos encuentre haciendo lo que toca

Y que 2026 nos encuentre haciendo lo que toca

Felicitación navideña del director del medio, Esteban Hernando.

Imagen: Redacción

Amigas y amigos:

 

La Navidad tiene una cosa rara y poderosa: nos frena. 

 

Nos obliga a bajar el volumen del día a día, a mirar la mesa, la familia, la calle, el frío, las luces, las manos y, aunque sea por un instante, nos saca del estadio. Porque vivimos tiempos de estadio: cada uno gritando su canción, su consigna, su indignación diaria, su bando, su enemigo. 

 

Un ruido constante que agota… y que, precisamente por agotarnos, nos vuelve manejables. Cuando la gente está exhausta, deja de pensar; y cuando deja de pensar, acepta lo que sea con tal de que no haya otro combate más.

 

La Navidad, en cambio, nos devuelve algo antiguo: el silencio necesario para entender. Y entender es el primer paso para mejorar.

 

Por eso quiero hacer una felicitación distinta. No la típica de “paz y amor” vacía, sino una que enlace dos palabras que necesitamos recuperar: Navidad y progreso. Progreso no como eslogan ni como postureo, sino como algo que se note en la vida real: en la casa, en el sueldo, en el futuro, en la libertad.

 

Y aquí entra el nacimiento de Jesús. Para quien tenga fe, este es un misterio; para quien no cree, puede ser —al menos— un personaje que cambió el mundo con una idea radical: lo bueno para la humanidad es el amor. No el amor de película, sino el amor como fuerza social: compasión, justicia, perdón, respeto, cuidado del débil, dignidad del pobre, igualdad entre hermanos. Creas o no creas, ese mensaje ha empujado durante siglos una forma de entender que cada persona vale por ser humana, no por su cargo, su dinero o su ideología.

 

La palabra clave es esa: hermanos. Si somos hermanos, el otro no es un enemigo, con él puedes discutir, discrepar, incluso enfadarte… pero no puedes deshumanizarlo. Cuando deshumanizas al otro, empiezas a justificar cualquier barbaridad. Y ahí se levantan muros. Se construyen estadios llenos de ruido como un recinto ferial, compitiendo los pitidos por sacarte el dinero del bolsillo.

 

Y hoy se levantan muros y se construyen feriales. A veces no son de cemento; son de algoritmo. Son muros hechos de etiquetas, de frases fáciles, de rabia reciclada. Las redes sociales te enseñan lo que el algoritmo quiere que veas, te meten en un túnel y te hacen creer que el mundo es solo ese túnel. Por eso la Navidad es útil: porque corta el ruido y permite pensar.

 

Y pensar hoy es urgente, más que nunca, porque no vivimos solo una brecha generacional: vivimos un cambio de paradigma. La inteligencia artificial y la automatización ya no sustituyen solo manos, empiezan a sustituir también tareas de pensamiento, tareas “de cabeza”. La riqueza no va a desaparecer, tenderá a concentrarse en quien posee capital, datos e infraestructura. Y la pregunta política de nuestro tiempo será: ¿cómo se reparte lo que producen las máquinas? ¿Cómo evitamos que una parte de la sociedad viva en el futuro y otra en la extinción? ¿Acaso en los próximos años el reto no será tener trabajo, sino ser necesario?

 

Ahí vuelvo a Jesús, incluso para quien no cree, si su mensaje significa algo, significa esto: que el progreso de una comunidad se mide por cómo trata al último. Y que una sociedad decente no se construye desde el miedo ni desde el odio, sino desde reglas compartidas y respeto, incluso desde la ilusión, si podemos elegir. 

 

Porque democracia no es solo un libro llamado Constitución, ni una lista de promesas. Democracia es elección colectiva. Construcción social colectiva. Igualdad ante las reglas. Aceptar límites y convivir con quien piensa distinto. Lo demás es parafernalia.

 

Y ahora bajemos al problema que, tas la corrupción, más nos preocupa, la vivienda. Si no está en tu mano bajar el precio mañana, sí está en tu mano exigir lo que de verdad funciona: futuro y salarios. Si construir tarda años, hay una palanca inmediata: formar talento. Nuestros jóvenes no necesitan discursos; necesitan herramientas y realidad. Y el mundo que viene está  de bits. Mira a tu alrededor: pantallas, datos, redes, sistemas, automatización. Quien entiende los bits decide; quien no los entiende obedece. Estar “del otro lado del algoritmo” es vivir en la superficie, creyendo que eliges cuando te están empujando.

 

Por eso, además de salud, esta Navidad deseo lucidez. Deseo que como región y como país dejemos de gritar como si el grito fuera política y empecemos a construir: educación útil, oficios modernos, tecnología, formación práctica, oportunidades reales. Formación por la tarde, como quien va al gimnasio, pero entrenando futuro: redes, ciberseguridad, automatización, electricidad, climatización, operación 24/7… Trabajos reales para una vida real.

 

Porque libertad no es una palabra bonita. Libertad es poder elegir. Y solo el que tiene herramientas puede elegir.

 

Así que, creas o no creas, te deseo una Navidad con sentido: con familia, con mesa y con paz; pero también con mirada larga. Que el año que entra nos pille con menos ruido y más hechos; menos bando y más organización; menos odio y más respeto.

 

El progreso y la libertad no debería pertenecerle a ningún partido político, por mucho que lo canten. El progreso, el sol, la libertad y el futuro, nos pertenece a nosotros, a los ciudadanos de un pueblo que, aún a pesar de que nos tienen hasta los cojones, no vamos a renunciar a construir un futuro mejor para nuestros hijos, "viva el mensaje de Jesús", "te quiero hermano"

 

Felices fiestas. Feliz Navidad. Y que 2026 nos encuentre haciendo lo que toca...



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