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MOMENTOS DE REFLEXIÓN / Ahora, mejor que ecologismo, ecología cívica
Opinión de Álvaro Frutos y Laura López Mendizábal

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Este verano nuestro Planeta nos ha vuelto a decir, de forma dramática, que está enfermo…muy enfermo. Nos lo ha dicho en forma de devastadores incendios, tanto en California como en Málaga; ha llorado por su mal en terribles inundaciones, bien en Alemania o en la costa meridional española. Es difícil creer que todavía haya personas que, con un cierto nivel formativo conocedor de lo que está pasando, sigan negando lo evidente.

Ello adquiere más gravedad cuando además tienen entre sus competencias el ejercicio de responsabilidades en la economía o peor aún ejercen funciones públicas. Mucho más grave es, cuando siendo conocedores y teniendo conciencia del problema, no hablan, como dirían los clásicos, con propiedad. En este mundo del siglo XXI, del clicbait y de las fake news, más que nunca es necesario saber de qué se habla. ¡Nos estamos jugando la vida!

El cambio climático, el medio ambiente, cada día más está dejando de ser un problema para ser el problema. Teniendo en cuenta que hablamos de la desaparición de la vida, tal y como la conocemos ahora mismo y vamos tarde en la búsqueda de soluciones. No le hemos dado la importancia que se merecía porque nos daba igual lo que pasase en los polos o en los países de la pobreza. Cuando afecta a países occidentales, la cosa cambia. Un grado de temperatura planetaria, un metro del nivel del mar, era hasta ahora una noticia curiosa, “si no es nada”... Cuando llegan huracanes de intensidades que se salen de las escalas utilizadas hasta ahora o llegan inundaciones que arrasan pueblos enteros, ¡quizás la cosa va en serio!

La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, de la cual el próximo año se cumplen 30 años, fue el primer aldabonazo de que las cosas no iban bien, coincidiendo en ello gobiernos, expertos y ongs. No obstante, si se habían dejado pasar 20 años del anterior encuentro (Conferencia sobre el Medio Humano Estocolmo 1972) solo los optimistas pudieron creer que sería un verdadero punto de inflexión y que la senda a partir de ahí sería otra.

Las muchas cumbres y conferencias celebradas, resoluciones adoptadas y compromisos adquiridos desde entonces, no han servido para invertir la tendencia. En Río se dijo que: Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. Esta declaración es asumible hoy día y ya, con la experiencia acumulada, esta hasta en el acervo colectivo ciudadano. Hemos llegado al punto de decir otras cosas y sobre todo hacerlas. Con esta cuestión no queda otra que ser radical, de raíz.

El problema, los problemas están sobradamente identificados: Contaminación del agua, suelos y aire. Despilfarro de recursos. Gestión defectuosa de los residuos de todo tipo, excesivos consumos de productos, entre ellos la energía eléctrica, bla, bla, bla. La economía circular termina siendo un chiste sino la dotamos financieramente y penalizamos su no uso. La solución, las soluciones requieren sin paliativos, recursos financieros para ampliar la investigación, ¡es necesaria mucha!

No hace falta decirlo más veces, hay que hacerlo, gestionarlo

Hacen falta inversiones que acometan el proceso de transformación eco eficiente de infraestructuras, viviendas y centros de trabajo. La producción agrícola y ganadera exige la rápida adaptación al ecosistema ambiental y políticas públicas, compromisos privados y conciencia ciudadana, no debates mediáticos estériles. En una sociedad en la cual el empleo es uno de los suelos de fino cristal que roto te coloca entre los que tienen y los que no, hace falta una formación especializada y cualificada para hacer frente a estos retos medioambientales. No hace falta decirlo más veces, hay que hacerlo, gestionarlo.

Si se sigue en el mero relato de la situación ecológica de nuestra Tierra, la única que conocemos de momento, si se sigue confundiendo ecología y ecologismo, nos estamos auto flagelando hasta morir. “No vale con estar por el medioambiente” o ser un activista de la ecología (eso es un ecologista). No es admisible ser negacionista de la ecología, es tanto como abortar las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio ambiente.

La Pandemia nos ha demostrado que es el tiempo de los expertos, de los científicos, de los conocedores del problema, ni voluntarismo ni populismo dialecticos con el tema. Las instituciones, todas, las empresas tienen que dotarse de la cualificación necesaria para poder acelerar la transición, no sólo a un nuevo modelo de producción económica, sino de vida colectiva. La Emergencia climática no es una declaración, es un grito al que debemos reaccionar ofreciendo y ejecutando soluciones. Los Fondos Europeos, nacionales o regionales de Recuperación son una oportunidad en la que no se puede fallar para transformar la espada que cada día tenemos más cerca del cuello en una herramienta para la vida y el bienestar.

Desgraciadamente, en nuestro país, España, no se oye ningún debate público, empezando por el Parlamento, donde se plantee que se va hacer y que responsabilidad le corresponde a cada uno. Este no es un debate para la política, es para cada ciudadano, en el cual todos debemos participar y ocuparnos, preocupados ya estamos.

¡Ahora es el momento de la ecología cívica!