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Estamos viviendo una guerra con balas, económica y, por supuesto, en el ciberespacio. Esta última es una guerra muy grande y cruenta porque la gente necesita alimentar su conocimiento y esto lo está cercenando. No creáis que es algo nuevo porque lleva haciéndose muchos años. Es sencillo. Cuando quieres atacar a una gran red como es Internet, necesitas muchos dispositivos para hacerlo de manera organizada y sincronizada. En este contexto, nuestros móviles se han convertido en una gran arma para el enemigo, que nos ofrece determinadas aplicaciones, populares y atractivas para la gente joven. Estas pueden contener programas que, en un momento determinado, hagan cosas negativas para la sociedad. Si hubiera algún Gobierno en el mundo que quisiera tener el control del 20 o 30% de los dispositivos móviles de un país, lo tendría muy fácil.

Se prevé un ciberataque masivo en Europa para las próximas semanas que busca mermar nuestra capacidad económica y cambiar nuestra forma de vida. Los jóvenes son el objetivo más fácil y los adultos tenemos la culpa porque hemos vivido una transición tecnológica tan grande que no les hemos dado la formación necesaria en ciberseguridad y tampoco se la hemos exigido a los dirigentes. Hemos sido capaces de adoptar la tecnología muy fácilmente, pero no nos hemos preocupado de las consecuencias que tiene no saber manejar y gestionar adecuadamente los dispositivos. Tenemos que exigir a quienes nos representan en las instituciones que los institutos impartan clases de ciberseguridad y preocuparnos por los niños que, desde muy pequeños, tienen acceso a redes sociales.

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