VIAJES | Sentirás que estás dentro de una película: Bienvenidos a la Abadía de Kylemore

Este castillo del siglo XIX y su jardín victoriano son una de las mayores atracciones turísticas de Irlanda

Este castillo del siglo XIX y su jardín victoriano son una de las mayores atracciones turísticas de Irlanda

Se encuentra a poco más de una hora de Galway.

Imagen: Abadía de Kylemore

Irlanda: la isla Esmeralda

 

Por todos es bien sabido que la república irlandesa es sinónimo de increíbles paisajes.  Esto se debe a su clima lluvioso que cubre el país de una "alfombra verde" que hace las delicias de quien lo visite.

 

 

 

 

Incluso, las leyendas hablan de que en el país existen hasta 40 tipos de color verde debido a su vegetación.  Por eso, si eres un apasionado o apasionada de la naturaleza, Irlanda, sin duda, es tu destino. Descubre acantilados que te quitarán el aliento, bosques sacados de un cuento o enormes playas desiertas. 

 

 

Connemara: la "Irlanda auténtica"

 

 


 

Esta región cultural comprende una gran extensión en la costa oeste de Irlanda. Leyenda, folclore y profunda belleza es lo que podrás encontrar en este espacio, uno de los favoritos de artistas, fotógrafos, poetas y dramaturgos. Escenario de miles de películas, la tradición y la lengua impregnan de un patrimonio cultural único este donde la gastronomía tampoco se queda atrás.

 

 

Jardín victoriano amurallado de Kylemore

 

Antes de llegar a nuestra 'atracción' principal, debemos hacer parada en el majestuoso jardín de 2,5 hectáreas que rodea la abadía. Tras recuperar todo su esplendor gracias a una restauración a finales de la década de 1990, es famoso por su ubicación magníficamente aislada y la agreste belleza del paisaje de Connemara. 

 

 

 

 

Las tradiciones son muy importantes en Irlanda. Es por eso que el jardín sigue una norma muy estricta: todas las variedades de plantas que alberga su interior tienen que haber sido cultivadas por jardineros victorianos. Incluso, aquellas patatas cultivadas con el sistema "camas perezosas" son variedades típicas de la época. 

 

 

 

 

Prometo que, aunque lo parezca, las fotos no están editadas ni una gota. Ese verde intenso lo era aún más en persona y el color de las flores (y su olor) no podía ser más bonito. En cuanto entrabas por la puerta de la muralla, tu olfato se despertaba al instante. Como podéis ver, el cielo estaba bastante gris a pesar de ir en pleno julio, pero son las lluvias las que permiten esta biodiversidad tan característica. 



Un relato trágico y un romance épico, los guionistas de Hollywood no tienen nada que ver con la historia de amor legendaria de la abadía de Kylemore

 

 

La abadía de Kylemore: Un relato trágico, un romance épico y un paraje mágico

 

Uno de los lugares más bonitos en los que he estado jamás. De verdad. La paz y la tranquilidad que se respira en este sitio son únicas. Actualmente, es una abadía, pero en el pasado fue el Kylemore Castle, es decir, el Castillo de Kylemore. Os diré que fue construido a finales del siglo XIX, pero que su historia comienza un poco antes.

 

 

 

 

Con vuestro permiso y mientras tratar de transmitiros por fotos lo que Kylemore inspira a quien tiene el placer de visitarlo, os cuento el épico romance que acabó por convertirse en un trágico relato, fuente de inspiración de la iglesia neogótica de la abadía. 

 

 

Nos trasladamos hasta el año 1952. Mitchell Henry es un exitoso político y empresario que está disfrutando de la luna de miel con su nueva esposa, Margaret Vaughan, en Connemara. Ambos disfrutan de un almuerzo al aire libre en Kylemore. Ella comenta lo bonito que es todo y lo maravilloso que sería vivir allí. Alrededor de 13 años después de ese deseo, se finaliza la construcción del castillo que veréis en las  fotos que, en aquel momento, tomó la consideración de lugar de retiro con vistas al lago. 

 

 

 

 

"Se dice que cada siete años se puede ver emergiendo del lago de la abadía de Kylemore un caballo blanco que desaparece trotando entre la niebla"

 

 

Muchas salas de recepción, un salón de baile, escalinatas magníficas, una biblioteca, un estudio 33 dormitorios... Vamos, que la palabra suntuosidad se quedó muy corta para describir la 'modesta' abadía de los Henry-Vaughan. La pareja y sus 9 hijos vivieron plácidamente durante casi diez años en este lugar, en un estado de "felicidad absoluta", tal y como recogen todas las versiones. 

 

 

Sin embargo, (y ahora llega el 'oh, no' de esta historia), durante un viaje a Egipto en el año 1875, Margaret falleció al contraer fiebre. Mitchell quedó totalmente destrozado y no podía soportar pasar ni un minuto más en Kylemore, es más, lo evitaba siempre que podía. No obstante, su roto corazón no le frenó para construir un monumento a su esposa. 

 

 

 

 

Son pocos los visitantes que conocen la historia de Kylemore y el motivo de su construcción, pero es un relato dramático. Para Mitchell, la abadía (una obra de amor) se convirtió repentinamente en un recuerdo de la mujer que había perdido. Su historia, y la de Kylemore, es una historia de amor a la altura de cualquier exitoso romance de Hollywood.

 

 

Aunque, como todo buen escritor sabrá, cada historia debe tener un final. El final de la historia de Mitchell y Margaret llegó cuando él falleció en 1910, uniéndose a su esposa en el pequeño mausoleo junto a la iglesia en Kylemore. Y ahí siguen. Felices para siempre. 

 

 

 

 

“La iglesia neogótica es un edificio especialmente conmovedor enclavado en el impresionante paisaje de montaña, un testimonio perpetuo del amor de Mitchell Henry por su esposa, Margaret"

 

 

En 1920 se convirtió en un convento de monjas benedictinas. Tras cambiar de manos en varias ocasiones, el castillo se transformó tras la huida de las monjas a Ypres (Bélgica) a causa de la Primera Guerra Mundial.

 

 

Hasta 2010 albergaba un internado internacional de mujeres y ahora puede visitarse por aquellos que se acerquen a Kylemore y paguen el precio de la entrada. Eso sí, las visitas turísticas se limitan a los jardines, unas pocas salas de la abadía, la iglesia neogótica y el mausoleo familiar, además de las áreas destinadas a los turistas, como el restaurante o la tienda de recuerdos. 

 

 

 

 

Espero haberos trasladado, aunque sea mentalmente, a este lugar tan único y especial. Si alguno de los que lo leéis os pica la curiosidad de viajar a Irlanda y os animáis a ello, espero que no dejéis de visitar la abadía e impregnaros de su esencia. 

 

 

Y colorín colorado, este cuento, se ha acabado.

 

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