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¿Hemos tocado techo?
Opinión de Ana de Santos
Opinion |

Cualquier persona aspira a que sus hijos vivan mejor de lo que lo hicieron ellos y sus padres. Llegados a este punto no tengo muy claro que nosotros lo consigamos. Somos hijos de unas generaciones que lucharon, que sobrevivieron, que mejoraron y que, en mayor o menos medida consiguieron que sus hijos estuviesen mejor formados, más preparados, que consiguiesen mejores trabajos y mejores casas que las las que ellos tuvieron. ¿Pero qué pasa con nuestros hijos?

La generación del Baby Boom, los que nacieron entre los años 50 y 60 eran ambiciosos; la generación X se marca por una obsesión por el éxito; luego llegó la generación Y, los Millennials, nacidos en los años 80 y principios de los 90, cuya frustración alcanzaba cotas preocupantes; y el último grupo categorizado son los de la Generación Z, marcados por la irreverencia.

Si se ha clasificado así nuestra sociedad no es casual, las situaciones que hemos ido viviendo han marcado nuestro carácter como grupo. Por supuesto, hay individuos que se salen de la norma, pero en términos generales hay unas características que nos son comunes y con las que se va identificando cada generación. Y como la economía, el bienestar, los servicios no han dejado de mejorar hasta el siglo actual, hemos podido ver como las generaciones seguían luchando para mantener esa evolución. El problema es que ha llegado un momento en el que la situación ya no va a mejor y nuestros hijos ya no tendrán mejor formación que nosotros, ni conseguirán una casa más grande o un sueldo más alto. De hecho, es probable que nuestras pensiones sean más bajas que las de nuestros mayores. Eso ha creado una gran inseguridad y, sin duda, la mayor de las disciplencias en nuestros hijos, que no quieren ni oír hablar del trabajo, del esfuerzo o de la mejora.

Pero la situación tiene que cambiar. El duro golpe de la pandemia hará que los que ahora son pequeños vean la vida de otra manera. Los que ya peinamos canas hemos vivido esto desde una perspectiva diferente, estamos curados de espanto y creemos que en el fondo nada cambia al final, pero en las manos de las próximas generaciones está el ver cómo se puede seguir mejorando, porque igual no es la economía, ni la educación, ni el estado del bienestar el que marcará la mejora del nivel de vida.