El matrimonio PP-Ciudadanos nunca fue bien avenido. Los desencuentros entre Ayuso y Aguado surgieron desde el minuto uno. Ponerse de acuerdo nunca les fue sencillo y la convivencia terminó de matar la poca magia que había en la relación. En el imaginario colectivo rebosan las discrepancias de dos socios que no tenían reparo en hacer públicas sus desavenencias.
Podría recurrir a la hemeroteca, pero revivir momentos amargos y decadentes no es el objetivo de este artículo. Ni rememorar los ‘y tú más’ que se han dedicado ante las cámaras la presidenta y el vicepresidente de la comunidad autónoma más golpeada por el Covid de todo el país.
Hoy hemos asistido a un espectáculo incomprensible y lamentable en el que nuestros dirigentes han demostrado, de nuevo, no estar a la altura
Hoy, el desgaste de la relación se ha saldado con la ruptura entre los socios de Gobierno de la Comunidad de Madrid, materializándose en una escenificación bochornosa ante los medios de comunicación. Aguado, reprochándole a Ayuso una falta de lealtad a la que él mismo ha faltado cuando su criterio no se correspondía con el de la presidenta y Ayuso protagonizando una declaración institucional en la que ha entonado un discurso que suena más a campaña electoral que a explicaciones a los ciudadanos de por qué, en plena pandemia, convoca unas elecciones.
La Comunidad de Madrid ha pasado de la guerra al circo. Hoy hemos asistido a un espectáculo incomprensible y lamentable en el que nuestros dirigentes han demostrado, de nuevo, no estar a la altura. Y lo peor es que, como en todo divorcio, al final los que más sufren la ruptura son los ciudadanos.