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Más allá de la vida
Bimba Bosé fallece a los 41 años tras una larga enfermedad
Fuenlabrada |

Parece que es tiempo de hablar de guerra. De dolor, de daño. Parece que es el momento del resentimiento, protagonista absoluto en cada uno de nuestros telediarios: robos con violencia a manos de chavales que no deberían, siquiera, conocerla; un presidente orgullosamente discriminador; o desastres naturales en los que parece que la tierra nos está gritando un “basta” a tanto abuso por nuestra parte.

Y en medio de todo ese caos mundial, hace unos días leemos que la vida se le ha agotado a una luchadora nata.

Bimba Bosé, con tan solo 41 años, dejaba su cuerpo para ser lo que siempre, en realidad, ha sido; etérea. Otra desgracia más que sumar a la lista incesante. O no. Porque Bimba fue más que el dolor de un cáncer; fue la cara ‘B’. Fue la alegría, la esperanza, la pelea. Fue lo que al mundo le está fal tando: el lado bueno de las cosas. Fue aquella que enseñaba su terapia con una sonrisa pese al dolor que provoca, fue la que llevaba un pañuelo aún sin hacerle falta porque no quiso mentirse a sí misma ni mentir a los que la querían, y quieren, porque hay amores que son eternos. Fue el reflejo de las ganas de vivir.

Y sí, bien podrían pensar aquellos que leen estas líneas que “de poco le ha servido”. Pues déjenme decirles que solo existe algo peor que morir, y es estar muerto en vida.

Bimba Bosé es uno de esos escasos -muy escasos- y preciados diamantes que nos recuerda que la magia de nuestra historia no es solo estar, sino sentir. Que de nada vale una salud de hierro con un corazón podrido. Y que allá donde haya ido llevará su mensaje por bandera, porque siempre será la ganadora de su guerra.