MENÚ

“La clave del éxito para mí ha sido, quizá, aguantar y no ser demasiado ambicioso”
Nos acercamos a ‘Wyoming y los Insolventes’, la faceta musical de uno de los personajes más controvertidos de nuestro país
Fuenlabrada |

Satírico como acostumbra, José Miguel Monzón, más conocido como El Gran Wyoming, atiende a los micros de SomosRadio. Una charla que no deja desperdicio a ninguna de las ramas que conseguimos tocar, porque, para palos, los que nos regala con cada respuesta.

A veces, en serio, otras, más en serio, Wyoming nos habla de la personalidad y profesionalidad de ‘Wyoming y los Insolventes’, usándolas como causa y consecuencia de llenar los bares y salas de allá donde pisan. Sus versiones de rock conquistan y atraen tanto a seguidores como detractores de una de las caras más conocidas de nuestras pantallas. Hablamos con el polifacético personaje.

Animal escénico

“Cuando estaba en el colegio, ya tocaba la guitarra”, así comienzan las grandes ideas. Wyoming, pese a creer que “nunca he sido un número uno en nada”, que “no soy ambicioso” y que “nunca he querido triunfar para ser una estrella”, ha volado más alto de lo que muchos podrían soñar. Todos y todas somos conocedores de sus peripecias televisivas, su carrera literata y su irónico e icónico humor, panoramas en los que ha alcanzado soberanos honores, despertando, como todo aquel con personalidad y valentía, amor y odio a partes iguales.

Indómito ha sido siempre, nos dice, pero está convencido de que el ‘factor decisivo’ en su éxito laboral ha sido más no ser demasiado ambicioso y aguantar, también con ‘Wyoming y los Insolventes’. “Cuando comencé a cantar con el Maestro Reverendo (1975), el 90% de la gente venía a darnos el pésame por tocar donde tocábamos. Para muchos, éramos unos fracasados. Para mí, ese bar, durante ocho años, me dio todo lo que tengo ahora”.

El Gran Wyoming junto al resto de integrantes de su banda de Rock

“Nunca he tenido que hacer cosas contra mi voluntad; cuando me las han exigido, he dicho que no”

Ideales por delante

Nos comparte que adora el mundo del arte, que ha “tenido la suerte de trabajar con compañeros muy buenos, con la mente más abierta que el común de los mortales”, pero rechaza la otra cara; “el ‘artisteo’”. Esa ramificación que denomina como “mamoneo”, y que desprestigia, de algún modo, al resto.

Un ‘rebaño de ovejas’ que él no ha seguido, respetando que haya personas que “no quieran líos”, pudiendo ‘presumir’ de que él nunca ha tenido que hacer “cosas contra mi voluntad, porque, cuando me las han exigido, he dicho que no. Me han echado, pero no me importa; entendía por qué me echaban y lo que había provocado mi despido”. Consecuencias de defender una idea.


Los (no)límites del humor

Acotar las fronteras que ha de o no traspasar el humor parece ser un lujo perteneciente a los dioses. Wyoming es de la parte del ‘no limits’, y achaca esa fina línea a “depende de la sociedad en la que vivas”. Siempre se ha dicho que poder hacer humor sobre un escenario, o en una televisión, es sinónimo de libertad, malamente confundido, en ocasiones, con el libertinaje. “Estamos viviendo una época impresentable, pero, como siempre, la gente tiene en su mano poder cambiar las cosas”, dice, llevando la conversación a la connotación política.

Un mar en el que ‘el insolvente’ siempre ha gustado nadar, al igual que en el de la música, del que, por cierto, asegura que “no creo que me echen, porque, si uno resiste, aunque le tiren, no se va”. Quizá ese es el lema (¿misterio resuelto?), el mantra que sigue y repite El Gran Wyoming y que hace que, para bien o para mal, no encontremos a otro igual.